lunes, 25 de junio de 2018

Se cumplen 51 años de esta carta de Perón a Alberto Asseff




Carta a Don Alberto E. Asseff (h) 25 de junio de 1967

Escrito por Juan Domingo Perón.

Madrid, 25 de junio de 1967.

Señor Don Alberto E. Asseff (h).

BUENOS AIRES

Mi querido compatriota:

Me ha dado Usted una gran satisfacción con su carta del 12 del corriente, de contenido tan sensato como amable, que tengo el placer de contestar.

Siempre he tratado en mi vida pública de apartarme de todo sectarismo, no sólo por naturaleza y por costumbre, sino tam­bién porque en política todo sectarismo es negativo. Pertenezco a un sector de nuestra comunidad que nunca ha querido ser un partido político sino un gran movimiento nacional. Como tal ha sido formado por hombres de todos los estamentos naciona­les y de todas las proveniencias. Su ideología y su doctrina son puramente nacionales y, aunque entre nosotros pueda haber algunos sectarios, como generalmente ocurre en todos los movi­mientos ideológicos y doctrinarios, ello no quiere decir que el Movimiento lo sea.

Cuando formamos nuestro Movimiento, yo personalmente o por intermedio de otros compañeros, hicimos un llamado a los hombres de todos los partidos políticos que entonces com­ponían el panorama nacional y muchos se incorporaron al Movi­miento. El Partido Radical, concurrió en masa con algunos de sus sectores más progresistas, lo que se justificaba ampliamente porque esos sectores estaban en un revisionismo que coincidía con nuestros pensamientos y programas. En cambio, otros se negaron a hacerlo, tal vez por una cuestión partidaria y,no por sentimientos, ni porque no coincidieran con nuestros designios. De la misma manera acogimos a los sectores socialistas, conser­vadores, etc. que se incorporaron al Movimiento Peronista en las mismas condiciones que los demás.

Tantó consideramos a los radicales de entonces, que el Vice-Presidente de nuestro primer Gobierno fue el Doctor Quijano de esa proveniencia. No era este un favor a nadie, sino que se trataba de personas que provenían de una agrupa­ción política que pensaba y sentía como todos nosotros. Otro tanto pasó con los socialistas y aún los conservadores que, en amplios sectores nos han acompañado en estos veinte años de lucha y trabajo. Ningún radical podrá sostener con fundamen­to que han combatido al Peronismo por diferencias ideológicas o porque nosotros les hemos negado el derecho de participar en nuestras actividades durante esos veinte años. Los que han es­tado en contra nuestra lo han hecho por meras cuestiones po­líticas de menor cuantía, jamás por diferencias de fondo. Es natural que cuando fuimos combatidos violentamente, no tuvi­mos otro remedio que defendernos.

Nosotros estamos donde siempre estuvimos: listos para unir­nos a los demás argentinos de buena voluntad que deseen com­partir el esfuerzo común, dentro de las ideas acordes que la evolución impone y las necesidades nacionales aconsejan para un mejor destino nacional. En la Patria están presentes y laten­tes elocuentes muestras de tales intenciones que la Providencianos ha permitido realizar. En ese concepto es que seguimos una marcha y una lucha que no desarrollamos en contra de nadie sino en favor de todos.

No se me escapa que hay obstáculos: en el radicalismo, por parte de los que pasionalmente mantienen el encono de luchas pasadas por los que piensan que "Perón los pueda engañar nue­vamente" dividiendo el radicalismo y por los que sienten ya marginados y superados por los hechos. Los primeros sólo pueden ser neutralizados por un procedimiento que emplee, como fuerza motriz, a la grandeza; los últimos con la resigna­ción, que también es virtud política y, los que creen que yo les he engañado, "sacándose eso" de la cabeza porque, como antes he dicho, nosotros no engañamos a nadie que no haya querido engañarse a sí mismo.

En cuanto a los dirigentes gremiales poco interesados en un acuerdo, renguean de la misma pata que los dirigentes ra­dicales que no ven perspectivas personales en la unión, pero afortunadamente el natural trasvasamiento generacional, que se realiza en este orden de ideas en el peronismo sindical, termina­rá con ellos. El Peronismo, como partido político, ha publicado en la forma que ha sido posible, su posición ante la dictadura militar, tanto al comienzo de la misma como luego cuando la superchería se puso en evidencia, como asimismo, seremos más claros y terminantes en el accionar ya que seguimos sosteniendo uno de los apotegmas más viejos del Peronismo: "mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar".

Los que duden sobre la viabilidad de un acuerdo es porque les falta fe y confianza, probablemente porque ellos tampoco son capaces de inspirarlas. En esta clase de acuerdos hay que entrar como en el baño frío: de golpe y luego adentro moverse, porque si andamos tanteando nos puede dar miedo y no meter­nos. Una vez adentro, si hemos ingresado de buena fe y con convencimiento, todo se arreglará. Si nos gastamos en discusio­nes y controversias inoperantes, es probable que la dictadura salga con su gusto: quedarse diez años en el gobierno y, entre tanto, llevar al país a su desastre definitivo.

Es claro que la maquinaria oficialista echará mano a todos los recursos del poder para que no nos unamos porque piensan que es necesario "dividir para reinar", pero no debemos temer ni a la dictadura ni a sus escribas publicitarios, porque tenemos razón, que superará siempre a todos los sofismas de una propa­ganda como la goma de mascar, que todos mastican pero nin­guno la traga.

Sobre los objetivos del acuerdo, no creo que debamos dis­cutir mucho: nosotros sabemos lo que Ustedes quieren y Uste­des saben lo que nosotros anhelamos, pero por sobre toda otra consideración, nos unimos para salvar al país, primero de las actuales acechanzas dictatoriales al servicio de la antipatria y luego del desastre que en todos los órdenes infiere la acción de un gobierno militar que intenta perpetuar ignominiosamente un poder bastardo, que ha usurpado.

Con referencia a mi persona, a mi edad y con mi historial, Usted comprenderá que estoy sobre el bien y sobre el mal. Creo simplemente que puedo prestar mi último servicio al país y en ello pongo mi empeño. Es una suerte de testamento po­lítico dinámico: entregar a la nueva generación de argentinos el "testimonio" con el que he corrido veinte años en esta ca­rrera de posta generacional que estamos corriendo. Si, además de ese testimonio, pudiera pasarles algo de la extraordinaria ex­periencia con que la vida me ha cargado, al cargarme de años, me podría morir más tranquilo.

Cuando algunos radicales afirman que yo los he engañado, no dicen la verdad: bastaría preguntarles a los actuales pero­nistas provenientes del radicalismo, si están desconformes de haber engrosado nuestro Movimiento. Lo que pasa es que re­sulta difícil explicar lo inexplicable, como resulta el hecho de haberse colocado en oposición de un Movimiento que realiza lo que hace tantos años viene propugnando el radicalismo.

La juventud radical, libre de otros intereses que no sea el bien de la Patria, debe conocer la verdad tal como es, para que le sirva de punto de partida en una empresa que puede llegar a ser decisiva en el futuro del país. Ellos tiene derecho a partici­par activa y decisivamente en nuestro destino porque, en últi­mo análisis, serán los que han de gozar o sufrir las consecuen­cias. Por eso comparto sus ideas: este tiempo requiere menos improvisación y sordidez y más buena fe que den posibili­dad de proceder con mayor grandeza y mejores intenciones que las que se han visto hasta ahora, probablemente ocasiona­das por una lucha insensata impulsada más por las pasiones que por la reflexión y el razonamiento.

Comparto su idea sobre la necesidad de unirnos y promover un gran movimiento nacional en procura de mejor suerte para la República, en el que debe participar la ciudadanía argenti­na que esté inspirada en los mismos sentimientos. En la Argen­tina, como ocurre en casi todo el mundo actual, nadie puede gobernar sin el concurso del Pueblo organizado. Eso sólo se puede conseguir con el esfuerzo común de las fuerzas políti­cas con arraigo popular y mediante las tres banderas que enar- bolamos ya hace más de veinte años: la independencia eco­nómica, la soberanía popular y nacional y la justicia social.

El enfrentamiento, no sólo de los radicales sino de todo el que comparta estas ideas de buena fe, no puede ser sino per­judicial para los fines de nuestra propia nacionalidad. Se hace más evidente en el caso del radicalismo, porque coincidimos en los objetivos básicos que inspiran nuestra acción y porqpe di­vidimos negativamente una acción que, congruentemente, de­bía sernos común. De ello, es de donde las fuerzas antinacio­nales, pueden sacar mayor provecho, frente a un Pue'blo ar­bitrariamente dividido.

Claro que no se trata de un pacto entre el General Perón y la generación intermedia ni la juventud del radicalismo, ni menos aún se trata de un sucio contubernio (como los que hemos contemplado en otros casos) hecho a espaldas del Pue­blo, sino de un acuerdo honesto en procura de resolver el más grave problema que se le ha presentado al país en muchos años. Por otra parte, yo soy sólo un peronista más, que cumplo mi función y mi misión en un puesto, como cualquier otro. No procedo jamás discrecionalmente sino ajustado estrictamente a la función que el Movimiento me ha confiado. Dentro de esa acción, de mi responsabilidad, no estoy facultado para ex­cluir a nadie de un pacto nacional. Los que enfrenten este acuerdo, como bien dice Usted, lo harán porque no creen en la unidad del Pueblo y tampoco en nuestro propio destino.

El país se encuentra en una grave encrucijada, que no nos da tiempo para gastarnos en cabildeos ni en tratativas intrascen­dentes. Es preciso que la juventud argentina, sin diferencias de banderías ni partidismos, se dé cuenta cabal de ello y se una en la tarea común de buscar remedio a los males, que cada día serán mayores si no se pone coto a los desbordes dictato­riales del gobierno militar que está azotando al país. Debe tam­bién persuadirse que sin luchar en forma efectiva y tal vez violenta no conseguirá imponer su ley de acción. Para lograrlo es que necesita estar unida y solidaria porque la lucha impone accionar hombro con hombro. Si hay decisión y buena fe nada se opondrá a estos designios, pero si entramos al campo de las triquiñuelas políticas estaremos perdidos antes de empezar.

Yo se que tenemos enemigos pero, si accionamos con la firme voluntad de vencer, también sé que venceremos. Para ello es que necesitamos formar un movimiento nacional, con un Pueblo unido en ideales comunes, encuadrado por dirigentes que tengan conciencia de su deber de argentinos, que atienda al enemigo que tenemos al frente y no se desgaste en litigios internos por cuestiones e intereses personales o de círculo. Debemos olvidar lo que del pasado nos puede ser negativo, Porque sino no se podrán alcanzar las condiciones que nos per­mitan luchar por el futuro.

El Peronismo está en su puesto: tenemos conducción y poseemos un caudal poderoso, animado por una doctrina que nos es común, sabemos lo que queremos y estamos en la tarea de organizamos convenientemente para adaptarnos a las ac­tuales circunstancias. Hasta ahora, para hacer frente a las con­tingencias electorales, teníamos votos, lo que nos permitía prescindir de la organización. Ahora ya no se trata de elec­ciones y debemos organizamos para enfrentar una lucha dife­rente en la cual la organización es imprescindible. Antes de lanzamos a esa lucha en forma decisiva anhelamos que Uste­des nos acompañen en pie de igualdad, con las mismas prerro­gativas e idénticas obligaciones. Ese es nuestro pensamiento, el que ha sido siempre y el que mantendremos tanto en la fortuna como en la desgracia. Sin la solidaridad inspirada en la mayor grandeza, ninguna lucha es posible en común.

Bueno amigo: creo haber contestado a todas sus justas in­quietudes que, a pesar de mis setenta y uno, son las mismas mías porque así como hay viejos de veinte hay también jóvenes de setenta. Soy un partidario decidido y enérgico de nuestra unión, desgraciadamente me encuentro tan lejos que debo confiar en todos Ustedes para realizarla. Dios quiera que lo ha­gan en forma que la Patria tenga algo que agradecerles.

Un gran abrazo.

Firmado: Juan Perón.

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