jueves, 30 de marzo de 2017

Perón y su maestría en la conducción



Cuando fui a la Secretaría de Trabajo y Previsión, en 1944, me hice cargo, primero, del Departamento Nacional del Trabajo y desde allí pulsé la masa. Comencé a conversar con los hombres, a ver cómo pensaban, cómo sentían, qué querían, qué no querían (...)
Después que percibí eso, (...) Llegué a una conclusión y comencé una prédica, para llevar la persuasión a cada uno de los que me escuchaban sobre qué era lo que había que hacer.
Lo que había que hacer era parte de lo que ellos querían y parte de lo que quería yo. Quizá alguna vez no les satisfacía del todo lo que yo quería; pero, en cambio, les satisfacía todo lo que ellos querían y que yo había interpretado, y se lo decía. Algunos, cuando yo pronuncié los primeros discursos en la Secretaría de Trabajo y Previsión, dijeron: 'Este es un comunista'. Y yo les hablaba un poco en comunismo. ¿Por qué? Porque si les hubiera hablado otro idioma en el primer discurso me hubieran tirado el primer naranjazo... Porque ellos eran hombres que llegaban con cuarenta años de marxismo y con dirigentes comunistas.
Mi treta: persuadir.
Lo que yo quería era agradarles un poco a ellos, pero los que me interesaban eran los otros, los que estaban enfrente, los que yo deseaba sacarles.
Los dirigentes comunistas me traían a la gente para hacerme ver a mí que estaban respaldados por una masa.
Yo los recibía y les hacía creer que creía eso. Pero lo que yo quería era sacarles la masa y dejarlos sin masa. Es el juego político natural; es lógico.
Cuando les hablaba a los hombres, les decía primero y mezcladito lo que había que hacer, lo que yo creía y que quizás ellos no creían. Pero cuando yo les decía la segunda parte, que era lo que ellos querían, entonces creían todos, y se iban con sus ideas y con mis ideas, y las desparramaban por todas partes. Empezaron por decir: hay un loco en la Secretaría que dice algunas cosas que son ciertas, que nos gustan a nosotros. Llegaban diez y les hablaba a diez; si llegaban diez mil, les hablaba a diez mil; si llegaba uno, le hablaba a uno. Era mi tarea. Mi tarea era persuadir (...)
Señores: Cuando yo fui a la Secretaría de Trabajo y Previsión, repito, la gente que iba conmigo no quería ir hacia donde iba yo; ellos querían ir a donde estaban acostumbrados a pensar que debían ir. Yo no les dije que tenían que ir a donde yo iba; yo me puse delante de ellos e inicié la marcha en la dirección hacia donde ellos querían ir: durante el viaje, fui dando la vuelta, y los llevé a donde yo quería (...)
Extracto de "Conducción Política" de Juan Domingo Perón (Ediciones Fabro, págs. 256, 257 y 263).

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